Este fin de semana, el arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, oficializó los reacomodamiento de piezas que debió instrumentar de urgencia en el clero como consecuencia de la decisión de un sacerdote de colgar la sotana sin decir agua va.
El domingo 9 de diciembre de 2019, el cura Miguel Guarascio, hasta entonces párroco de San Cipriano y San Javier, de Diamante, le informó a sus fieles que se iba, que dejaba el sacerdocio, y ya desde entonces hace vida de laico, y lleva una vida como cualquier mortal en su ciudad, Hasenkamp. Y ya en pareja.
A menos de cumplir tres años como párroco de San Cipriano, de Diamante, el sacerdote Miguel Guarascio decidió decirle adiós a la Iglesia y este domingo, durante la misa, anunció a su feligresía que deja el ministerio.
Guarascio asumió como párroco en Diamante el domingo 14 de febrero de 2016, después de haberse desempeñado en San Cayetano, en Paraná. Lo puso en funciones el arzobispo Juan Alberto Puiggari. En San Cayetano había estado desde 2008, luego de cumplir funciones de vicario en La Paz.
Guarascio, de 45 años, nació en Hasenkamp, y fue ordenado sacerdote por el ahora cardenal Estanislao Esteban Karlic, en 2000.
Este sábado 2, Puiggari viajó a Diamante a poner en funciones al reemplazante de Guarascio: se trata del expárroco de San Benito, José María Zanuttini. En San Benito, en lugar de Zanuttini, fue designado Mario Taborda.
El gobierno de Puiggari en la Iglesia de Paraná, el 7 de maro de 2011, no ha sido fácil lidiar con el clero. Un año después de asumir como arzobispo -antes fue obispo auxiliar, luego obispo de Mar del Plata-, estalló el escándalo de los abusos del cura Justo José Ilarraz, que fue un subalterno suyo cuando ejerció como rector del Seminario Arquidiocesano de Paraná.
En 2012, cuando se hizo público el caso Ilarraz, presentó su renuncia el sacerdote José Carlos Wendler, el mismo que había batallado para que la Iglesia llevar el caso del sacerdote abusador a la Justicia y que además había puesto en conocimiento de la jerarquía católica una serie de casos de pederastia que jamás avanzaron. A Wendler, lo siguió José Francisco Dumoulin, que se fue en 2015, con una carta pública en la que puso en evidencia la falta de firmeza de Puiggari en combatir la pedofilia y en denunciar a los abusadores.
La sangría no concluyó ahí. En julio de 2015, el mundo eclesiástico paranaense se vio conmocionado con las declaraciones del entonces párroco de San Benito, Leonardo Tovar, que trató de «mentiroso» a Puiggari. «Quiero que la gente sepa que hay cosas que no se dicen. Sé que esto causará dolor y división en el clero. Pero hay que decirlo: Puiggari está mintiendo. En mi caso, por intentar ir con la verdad, he sido implícitamente perseguido y excluido, y mi comunidad se ha visto resentida”, sostuvo Tovar con verba encendida.
“Hice todo lo que correspondía, y no me escucharon. Pedí que me digan cómo llegar al Papa, y todavía estoy esperando”, contó. En ese sentido y ante esta situación aseguró: “Lo más aconsejable sería que yo me retire. Si yo procedí mal, que el Papa me juzgue. Mi permanencia acá en San Benito va a depender de Puíggari. Pero mi proceder ante el obispo, lo juzgará el Papa. Estoy dispuesto a irme. No del ministerio, no pienso dejar el sacerdocio, pero sí dejar la parroquia. La entrego. Y me voy a vivir con mi viejo, a Santa Fe”.
Tovar se fue de Paraná: recaló en Buenos Aires, después quiso volver y le cerraron las puertas. Ahora ya ni lo busca intentar otra vez: se fue a radicar al Sur del país. Con Puiggari en el gobierno de la Iglesia de Paraná es improbable que pueda volver.
La última renuncia había ocurrido en marzo de 2017, cuando el párroco de Hasenkamp, Alfonso Dittler, anunció su ida. Cuando se fue, dijo que lo hacía para “tomarme un tiempo de oxígeno”. Y además para cuidar a su madre que está enferma en su pueblo, Aldea Santa María, a 60 kilómetros de Paraná.
Hasta el domingo 19 de marzo de ese año, Dittler fue párroco de San José de Hasenkamp. Ese día, durante la fiesta patronal, se dirigió a los fieles que a esa hora ocupaban el templo, y les anunció que se iba. No se sabe por cuánto tiempo, aunque se prevé que la dispensa será por un año.
En su lugar, la Iglesia designó a José María Bustamante.
El caso Guarascio es paradigmático de lo que ocurre con la sangría de sacerdotes en la curia paranaense.
En aquel año 2000, cuando se ordenó cura, lo hicieron también otros tres que ya se fueron: Fabián Schunk, José Dumoulina y Rodrigo Zabala. También en ese año se ordenó sacerdote Alfredo Nicola, ahora suspendido y sometido a proceso canónico. De los siete que se ordenaron ese año, sólo quedan Gustavo Horisberger y José Badano.
También se han ido Carlos Gimeno, José Carlos Wendler, Mariano Martínez, Sergio Romero, Claudio Tosso, Gustavo Mendoza, y la lista sigue.
Fotos: Arzobispado de Paraná
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.