Por Sergio Decuyper (*)

Padre y amigo, mi obispo Juan Alberto Puiggari. Hoy te pido perdón y te perdono.

Es curiosa la vida. En la generosidad de escucharnos y contestarnos nuestros mensajes semanales, durante estos años, terminamos siendo amigos.

Junto a vos aprendí que debía avanzar de ser víctima a sobreviviente, a ser libre de toda etiqueta y trauma.

Víctima. Sobreviviente. Y ahora libre.

Gracias por tu abrazo público de «obispo, padre y amigo» en la misa del 1º de mayo, día de San José Obrero, en la Parroquia San José Obrero, de Paraná, la parroquia de mi hermosa y querida familia.

Yo critiqué públicamente mucho tu gestión, y la de Francisco en mi caso de abuso, y sigo sin comprender muchas cosas del procedimiento, de la lentitud y falta de transparencia, y falta de agilidad.

Pero también observo, con cierta alegría, que está mejorando mucho últimamente todo, aunque muchas víctimas siguen muy solas, e incomprendidas, y con muchas dificultades de salud muy graves, y laborales.

Hay que reparar económicamente el daño de forma urgente a todas las víctimas, directamente desde la Santa Sede.

Y siempre dar a publicidad el caso de abuso desde el primer momento, para que las víctimas se reconozcan a sí mismas y pidan ayuda.

Un simple informe de un psiquiatra debe servir para creer a la víctima, cuidarla y buscar a las demás. Respetar su privacidad, ya que la exposición pública para la víctima es cruel, y difícil.

Pero sí hay que dar a conocer el nombre del abusador a la comunidad enseguida, e iniciar el camino penal de inmediato. Sin prescripción, sin derecho canónico (muy lento) para la víctima. ¡Rapidez, y agilidad!

Veo a la persona, al Alberto humano y cercano, conmigo, al que me ayudó en varias ocasiones de forma concreta y real. Muchas gracias.

El aprendizaje creo que fue mutuo, ojalá que sí, Y hoy te pido perdón y te perdono.

 

«Me abusó mi tío sacerdote»: el duro testimonio de Sergio Decuyper

 

(*) Sergio Decuyper es de Paraná pero ahora vive en el País Vasco, España.