Por Jorge Riani (*)
Si Mamicu era un oso como dice el gran escritor que es Julián, habría sido un oso del teatro Casacuberta, de esos circos que ya están dejando de existir. Toda su esencia estaba hecha de algo con color a extinción. Creo que GSR (como le decíamos cuando no lo llamábamos Mamicu) hubiera sido más feliz habiendo nacido algunas décadas antes de la que le tocó nacer. Cuando la bohemia no era pérdida de tiempo, ni la sequera motivo de tanta angustia. Cuando lidiar con los canillitas por una doble edición era parte del trabajo y no la excepción inexplicable de los últimos tiempos, antes de que desapareciera todo: dobles ediciones, ediciones, diarios, canillitas y discusiones. Periodismo.
En el living de su casa tenía una tapa de diario encuadrada cuyo sentido él y unos pocos más sabíamos qué escondía, qué significaba: significaba lo que había costado hacerla, lo que había demandado pelear para convencer que había que tomar parte de la madrugada para que la tapa de ese diario fuera la mejor posible.
Siento que Mamicu era como el personaje principal de Responso, la novela de Saer que nos llena de lastre al alma al ver a un periodista tan preparado sufrir los avatares de su tiempo.
Mamicu llegó a mi casa hace pocos días (hace menos de un mes), junto con Cristina Ponce, porque supo que me estaba recuperando de mi infarto. Sabiondo en estos temas y en otros, se permitió darme consejos de viejo conocedor. Intentó tranquilizarme diciendo que yo iba por un stent y él por el cuatro. “Pero yo tuve un infarto”, le retruqué. “Pero yo me morí”, me diría hoy para ganar la discusión.
Muchas veces discutí con él como lo han hecho decenas de personas que estábamos en lo mismo. A veces nos peleábamos, otras incluso nos suspendíamos el saludo. Pero siempre nos volvíamos a hablar, seguramente bajo la convicción de que nuestras riñas no estaban hecha de otra cosa que pasión por lo mismo. La última charla fue muy fraterna. Me dejó pendiente una invitación a comer y me recomendó que estuviera tranquilo. Que no tuviera miedo ya. Hoy le hice caso, la noticia de su muerte, dentro del mismo auto con el que fue a mi casa, me generó una tristeza que para qué decir. La tristeza me ahuyentó el miedo y de ese modo te hice caso, Mamicu.
(*) Jorge Riani es escritor y periodista. El texto fue escrito a propósito de la muerte de Gustavo Sánchez Romero, «Mamicu», el 22 de este mes. La foto que ilustra esta nota es de una colección personal de Riani sobre los periodistas de la región. Fue hecha en Fray Bentos, Uruguay, durante los álgidos momentos del corte de ruta en contra de las papeleras. Riani y Sánchez Romero tenían comprometida una nota del lado uruguayo, y las 40 mil personas que mantenían el corte les abrieron paso, como hizo Dios en el Mar Rojo para que Moisés huyera de Egipto. No fueron a hacer la nota primero: lo primero fue comerse un chivito. «El chivetazo de Fray Bentos», recuerda Riani aquella anécdota.