Fueron un boom. Después de la TV color y los casettes, la revolución tecnológica que siguió fue el videocassette. Ya no hacer colas en los cines –que empezaron un lento declive–, ya no pagar por ver una película con un sistema caprichoso de precios y horarios. Ahora, se trataba de ver cine a cualquier hora, en cualquier lugar. Sólo bastaba un televisor y una reproductora de video. Crecieron los videoclubes. Se alquilaba y se devolvía al día siguiente. Una rutina de hierro. La incursión del cable, la llegada de los canales de cine, la irrupción del DVD, Youtube, y todo lo que siguió sepultaron para siempre a los videoclubes. Pero algunos subsisten, todavía.

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.