Gustavo Acosta, el juez interino que desde 2015 está a cargo del Juzgado de Garantías y Transición de Nogoyá, ya prepara las valijas: deja el juzgado, y se muda de Nogoyá. El dato cobra relevancia si se tiene en cuenta que es el magistrado que, desde el momento en que asumió el cargo, trabajó intensamente en la búsqueda de la familia Gill, desaparecida en 2002, causa en la que la Justicia entrerriana aplicó primero su recurrente desdén y perdió tiempo valioso.
En el verano de 2002, toda una familia desapareció de la faz de la tierra en Entre Ríos: desde entonces no se supo qué destino tuvieron, a qué sitio se fueron -si es que se fueron-, por qué se fueron, o, en el peor final, si están todos muertos, qué los llevó a ese desenlace: ¿los mataron? Y si los mataron, dónde están sus cuerpos. Los Gill, de ellos se trata, no dejaron ningún rastro. Hasta ahora, nada se sabe de ellos.
Rubén “Mencho” Gill, en 2002 de 55 años; su esposa Margarita Norma Gallegos, de 26, y sus hijos María Ofelia de 12, Osvaldo José de 9, Sofía Margarita de 6 y Carlos Daniel de 2, fueron vistos por última vez en el velorio de un amigo de la familia, el 13 de enero de 2002, en Viale, a treinta kilómetros de La Candelaria, el campo en el que vivían y donde el hombre trabajaba como peón. El 13 de enero próximo se cumplen 21 años de esa desaparición. Y nada se sabe.
La causa fue caratulada al principio por el juez de Instrucción Jorge Gallino como «averiguación de paradero». Todavía tiene esa misma carátula. El primer allanamiento que ordenó el magistrado ocurrió 18 meses después de la desaparición, el 10 de julio de 2003. Tarde, mal.
Familia Gill: la recompensa y el juez que se puso la causa al hombro
Elvio Garzón, ahora integrante del Tribunal de Juicios y Apelaciones de Paraná, fue el primer abogado de Otto Gill, quien tuvo varios altercados para poder constituirse como querellante. María Delia Gallegos, mamá de Margarita, está ahora detrás de la búsqueda que no tiene fin, y es representada por el abogado Daniel Casas Gerber, que lleva adelante la querella.
Desde 2015 hasta acá, el juez Acosta ha encabezado operativos de rastrillaje con máquinas excavadoras,. En 2019 consiguió que un atropólogo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), Juan Nóbile, se sumara a la búsqueda. También acudió a los servicios de un vidente de Gualeguaychú y procuró, sin suerte, ser recibido por el cura sanador Ignacio Peries, de Rosario. En mayo de 2022, consiguió que el Ministerio de Seguridad de la Nación pusiera una recompensa de $9 millones a quien pudiera dar datos sobre el paradero de la familia Gill. Ya habían pasado veinte años.
«Hasta hora hemos fracaso como Justicia. La verdad no pudimos darle respuestas a los familiares de los Gill sobre lo que pasó con Mencho, Norma y sus cuatro hijos», dijo el juez, que a lo largo de su función ha tenido una relación tirante con el Procurador General Jorge García, y para quien un camarista de Gualeguaychú pidió a la Sala Penal del Superior Tribunal de Justicia (STJ) que le aplicara una sanción por desencuentros en el manejo de una causa.
Los Gill: «Hemos fracasado como Justicia», dijo el juez del caso
La búsqueda
De todo cuanto se ha hecho para dar con los Gill nada ha dado resultado. No se tiene pistas, no se sabe qué pasó con la familia, nadie aporta un dato certero.
La última pista que había seguido la Justicia la aportó un contratista rural que conoció en vida a Rubén Gill. En febrero de 2018, el juez de Garantías de Nogoyá, Gustavo Acosta, que ahora tiene la causa, caratulada “averiguación de paradero”, encabezó un operativo en la estancia La Candelaria, en Crucesitas Séptima. Fue a partir de los datos aportados por Armando Nanni, un testigo que apareció tras la muerte del dueño del campo, Francisco Goette, en 2016, y que está convencido de que los Gill están muertos y enterados en el mismo lugar adonde vivieron, la estancia de Crucesitas Séptima.
En octubre de 2017 hubo un allanamiento a la estancia, y Nanni marcó dos lugares posibles. La Justicia contrató a una empresa especializada en excavaciones, que el 5 de febrero de 2018 comenzó la tarea, pero al final de varios días de faena no encontró sino restos de animales muertos.
“Quito” Villanueva, que vive frente a La Candelaria, propiedad de Alfonso Francisco Goette, cree haber visto al “Mencho” Gill cruzando a caballo el lunes 14 de enero de 2002, y eso contó en la Justicia de Nogoyá. La declaración de Villanueva es otro dato clave: es el último que vio a Gill con vida.
Búsqueda de los Gill: giro en la causa y nuevos actores que quieren sumarse
El propietario de la estancia La Candelaria y patrón de los Gill, Alfonso Francisco Goette, murió en un accidente de tránsito. Fue la noche del jueves 16 de junio de 2016. Una mala maniobra provocó la salida de la ruta, el despiste y el vuelco de la camioneta Nissan Frontera que conducía el hombre, entonces de 70 años. Las heridas producidas en aquel vuelco, ocurrido en la intersección de las rutas 32 y 35, lo llevaron a la muerte.
Las excavaciones siguerion en el campo La Candelaria, pero las incursiones y las excavaciones han sido tantas que ahora los descendientes de Goette piden tener acceso a la causa y opinar sobre esas incursiones en la estancia.
Pero ya el juez Acosta cuenta los días para abandonar el juzgado y también la ciudad de Nogoyá. El Consejo de la Magistratura concursó el cargo de juez del Juzgado de Garantías y Transición de esa ciudad. Acosta no se anotó, no paticpa, no está en el listado de postulantes para conseguir acuerdo constitucional del Senado.
«Me voy», dice.
-¿También se va del Poder Judicial?
-Quizás también.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.