Jorge Oscar Daneri (*)
Nos llama la atención Ricardo Lorenzetti, Presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, y así nos convoca como ciudadanos y sus representantes, a la reconfiguración de la gobernabilidad a partir de la construcción de un «Estado ambiental de derecho».(1)
Cuando asumió el Gobernador Gustavo Bordet, aportamos sobre la mesa de la construcción democrática, una Agenda sobre Política Ambiental con diez puntos-propuestas pro-positivas (2). Hasta el día de hoy, salvo algunas insinuaciones, no resulta de mínimo interés su consideración por ninguno de las actores políticos relevantes en sus representaciones legislativas y de gestión ejecutiva, es decir, con algunos procesos políticos de «efectividades conducentes».
Lorenzetti avanza, de alguna manera denuncia y así lo compartimos que «La agenda cotidiana es una fiesta de la insignificancia», frente a la catástrofe ambiental, que decimos nosotros es fruto de la crisis de civilización, del cambio ambiental global tan negado por corporaciones y Gobiernos con poder extremadamente fuertes.
Ahora ingresó un nuevo Secretario de Ambiente en Entre Ríos, Profesor Horacio Melo. No sabemos de su capacidad o habilidades políticas para traumatizar y generar los espacios de construcción de sinergias sobre y de las políticas que atraviesan todos los programas públicos de significación, como el Programa Constitucional, de Entre Ríos, lo dispone. Pero no deja de ser una oportunidad, quizás es punto de inflexión que aún no llega, que se demora o se evita.
Es que dos hechos políticos relevantes se han producido en estas horas. La reflexiones de Lorenzetti y el fallo histórico del tribunal de Concepción del Uruguay, condenando penalmente a fumigadores de una escuela rural pública y sus seres humanos allí formándose y enseñando.
¿En donde se produce la conexión del diálogo de saberes entre los dos hechos, mas allá que vienen desde Jueces, altos magistrados?
En el llamado de atención al poder político que no gestiona o no pone las cosas que se deben poner, en la agenda seria de la construcción política. Pero mas aún, que no advierte o niega el proceso de cambio de época o de crisis de civilización. Entonces, nuevamente, la fiesta de la insignificancia.
Convocar a un Estado ambiental de derecho, o como decía Ezio Manzini (3) en su pequeña obra » … de la injusticia ecológica a la democracia ambiental», es casi un grito desesperado a la ceguera política, para que se haga cargo de producir un urgente despegue hacia una transición democrática hacia la sustentabilidad en sus dimensiones ecológica, cultural y económica, pero esencialmente política.
Manzini también va mas allá y llama la atención a que si las democracias no caminan esos senderos, no los esculpe, no los transita en la cotidianeidad comprometida de sus tres poderes, el negacionismo, la pasada y supuesta «militancia Nacional y Popular» que también la ignoró, como la vigente que nada parece cambiar, profundizando el modelo extractivista enfermo y arrasador, serán el mejor argumento para los nuevos totalitarismos del siglo XXI.
Parar la rueda de las agendas oficiales vigentes, tomar con la seriedad que se merece, poner a la altura de las circunstancias el llamado de atención de Lorenzetti como del tribunal penal de Concepción del Uruguay, servirá para el fortalecimiento de la transición expuesta. Aún estando en un tiempo delicado de borde, mínimo pero posible, debemos sostener la relevancia de estos dos mensajes expuestos inapelablemente desde seres del Poder Judicial, que marcan sin vueltas la jurisprudencia y el pensamiento para la construcción de una nueva Agenda de la política y la sociedad hacia un Estado ambiental de derecho.
Celebramos los dos hechos, como ejemplos luminosos y esperanzadores de que otros mundos democráticos aún son posibles para una transición en paz hacia la sustentabilidad.
(1) https://www.clarin.com/opinion/catastrofes-ambientales-desafio-mayor_0_BJm-vIuiW.html
(2) http://analisisdigital.com.ar/noticias.php?ed=1&di=0&no=230376