Por César Pibernus (*)
Enfrentemos los ataques trol, sobre todo en los debates gremiales docentes entrerrianos
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En estos días -como cada tanto- recrudecieron en las redes sociales los ataques trol ante la coyuntura gremial docente entrerriana, sobre todo dirigida a quienes militamos activa y públicamente en Agmer. Ah… y ante el advenimiento de las PASO.
Personalmente las he tenido que padecer en estas últimas horas de seis usuarios originarios de Concordia, Federación, Chajarí y Paraná, la mayoría vinculados entre sí. Dado que las redes han restringido bastante la existencia de cuentas truchas (no las han eliminado, pero obstaculizan bastante su creación), estos usuarios encaran su bardeo desde sus cuentas personales.
No es nuevo ni es generalizado, por suerte. En parte es bastante restringido porque todos hemos enfrentado a estas actitudes, resabios de prácticas fascistas, como señala, entre otros, Federico Finchelstein.
Estoy convencido de que debemos seguir enfrentándolas, de modo firme, vengan desde usuarios que se presentan como de derecha como aquellos que dicen encarar posiciones de izquierda. Como también de aquellos que se presentan como “apolíticos”, “disidentes”, “de a pie” o “independientes”. Hostigar, mentir, bardear, atacar con fakes, falsas denuncias y un volquete de basura los une en un abrazo fraterno, más que ninguna otra cosa. Incluso se festejan entre ellos las intervenciones. Los terraplanismos se amontonan.
Algunos invocan la libertad de expresión o diferencias de opiniones. Mentir, falsificar, sembrar falsas sospechas sobre personas o colectivos -sin aportar pruebas ni llevar esas denuncias a ningún ámbito formal- (y borrarse de los debates) no es ejercer ninguna libertad de expresión, ni confrontar ideas diferentes. Es, simplemente, intervenir con repudiables armas en un escenario de lucha. Y, en el caso de quienes lo hacen invocando luchan populares, es cag*rse sistemáticamente en esos principios invocados y en la larga tradición que nos precede.
Como dice Daniel Feierstein, la “construcción de la otredad negativa” es una de las estrategias utilizada por los fascismos desde tiempos inmemoriales y fueron muy útiles a proyectos como el nazismo y las Dictaduras Cívico Militar argentinas. Sí resuena aquello de “Miente… miente…” que no habría dicho Goebels, pero que sí puso en práctica de forma drástica.
“Lo puse en caliente”, comentó uno a otro que le pidió explicaciones. Lo dijo sin retractarse públicamente, ni pedir disculpas, ni borrar los comentarios. Todos ellos tiran el vómito con uno o dos comentarios y luego huyen cuando el resto respondemos a esa intervención. Huyen porque la chanchada ya está hecha y porque no podrían sostener mucho tiempo esas mentiras. Y porque son cobardes, claro. Eluden ámbitos reales, se dedican a mantener la distancia en ese mundo.
En el mundo “cara a cara” les cuesta actuar porque todos contamos con más experiencia o herramientas y podemos intervenir más fácilmente, los “audaces” pierden buena parte de su impulso cuando tienen que dar la cara.
Así son.
Reúno acá una serie de cositas que he ido poniendo en comentarios y compartiendo en diversos diálogos cara a cara.
Hoy se lo llama “trol” y es una categoría bien definida, precisa y recontra estudiada. Nadie puede darla vuelta a su antojo o dibujarla para su lado. Julián Maradeo en su ultísimo libro los define como “usuarios cuyo registro violento bloquea el debate y desvía la conversación. Alguien que deja un mensaje intencionalmente molesto u ofensivo en redes sociales (o en internet en general) para provocar a otra persona o llamar la atención. Su identidad suele ser desconocida”, aunque ahora no pueda ocultarlo por estas restricciones de las redes.
Quien haya visto el documental “Tan plana como un encefalograma” habrá visto que una de las vacunas contra el terraplanismo (en todas sus formas, también antivacunas, anticuarentena, conspiracionismo zombie en general) es reconstruirles los lazos sociales a esos trols, situarlos en ámbitos reales, donde los intercambios tienen esas lógicas tan particulares, donde deban rendir cuentas y escuchar a los agraviados, a los hostigados. Volver a situarlos en aquella “fogata” colectiva que nos hizo sobrevivir como especie hasta hoy. Ese cómodo aislamiento (y especie de anonimato, aun usando el nombre propio) que garantizan las comunicaciones actuales tiene entre sus consecuencias esas subjetividades trols que padecemos a diario. Se llama “hater” a los trols que han dado como un paso más en su perfil.
Pero todo tiene cura, Natalia Aruguete -otra especialista en el tema- lo dice con claridad: “La culpa no es del trol sino del que le da de comer”.
Por eso, enfrentemos estas actitudes trol, no reproduciendo sus hostigamientos, ni mentiras y bloqueándolos en las redes sociales. Así de simple y sana es la cuestión. Que vayan con su basura a otro lado y que enfrenten esos debates en los ámbitos reales, donde deban dar la cara y escuchar a quienes agreden con esas mentiras y esos ataques. O que lleven sus denuncias y las pruebas con las que contarían a los ámbitos formales, como corresponde.
Ni hablar de cuentas truchas o páginas “anónimas”.
Y, cuando hablamos de Agmer, que esos trols planteen formalmente sus falsas denuncias, si tan esclarecidos dicen ser. Y dedicar ese tiempo en la compu a organizarnos y enfrentar al patrón, como hacemos todos desde siempre. En vez de declarar que lo hacen con posteos y comentarios agraviantes y falsos. Y hablo de todo el arco terraplanista…
Si avanzamos en esto, daremos un gran paso en favor de la lucha docente entrerriana.
(*) César Pibernus es Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER). Secretario de organización de la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos (Agmer).