Por César Pibernus (*)

 

 

Miles de docentes hacen dedo en Entre Ríos, todos los días. Todos. Pensaba introducir la cuestión pero es en vano: lo evidente gana por muchísimos cuerpos. Es una situación bien palpable para cualquier entrerriano. Es más, lo es incluso para quienes no viven a la vera de una ruta o no viajan desde hace años. Pueden verlos yendo a la madrugada y a media mañana o volviendo a la siesta o a la nochecita/noche, pueden tener un pariente, un vecino, puede ser el docente de sus hijos, nietos, sobrinos o, directamente, puede ser su docente.

Decimos “docentes” como para presentar el tema y que no chille la casuística. En realidad, esta población está conformada muy prioritariamente por mujeres.

Esta situación es una injusticia naturalizada, así lo dicen ellas, así lo denuncian y no se cansan de decirlo. No hacen dedo de puro masoca que son. No son ni apóstoles, ni muñecos vudú, ni punching balls, ni expían pecados originales.

Son trabajadoras de la educación precarizadas, que aman lo que hacen, que no harían dedo si pudiesen y que son plenamente conscientes de la injusticia que las atraviesa. Esta aclaración es siempre necesaria: nunca falta el que pretende naturalizar la situación, justificar estas condiciones, acusarlas como responsables o, más aún, señalarlas como beneficiadas. Maestras buitre. Se dicen gansadas de todo tipo y encima hoy, en tiempos de redes sociales, se notan más. Oficialismos, oportunismos, personalismos y machirulismos, abstenerse.

Si estas compañeras sonríen a la vera de la ruta en una charla o cuando posan en las fotos es porque se sienten orgullosas de ser trabajadoras y docentes, pero no porque justifiquen el orden que las pone allí, todo lo contrario. Muchas de ellas harán dedo durante años, además de trabajar, también estudiarán, muchísimas son jefas de hogares compuestos por hijos, hermanos y/o padres… Todas, absolutamente todas merecen condiciones dignas para trabajar. Todas merecen dejar de viajar a dedo.

Una maestra entrerriana sin antigüedad cobra $14 mil y cobrará un poco más de ese monto durante los primeros años de su carrera. La compensación por traslado docente se cobra proporcionalmente a los kilómetros recorridos, pero que tiene como tope los $ 2.470 si recorre 300 kilómetros semanales (sean donde sean, haya transporte público, pavimento o no). Si el docente recorre menos, cobrará menos, pero no cobrará más de ese monto si recorre más. Es decir,  quien viaja de Bovril a Paraná o de San Jaime a Federación recorrerá 1.300 km por semana y de todos modos recibirá $2.470  por el famoso código 029, aunque cuadriplique los kilómetros fijados como tope por el gobierno. Maestras hornero.

Como todo docente, para matizar la jornada, suelo mirar pelis sobre escuelas. Somos así, qué le vamos a hacer… También series y documentales, claro. He visto producciones nacionales y extranjeras, ambientadas en países ricos o países pobres, en la actualidad o en otra época.

La lista contiene títulos como “Entre muros”, “La mirada invisible”, “La sociedad de los poetas muertos”, “La historia oficial”, “Los coristas”, Al maestro con cariño”, “La ola”, “Escritores de la libertad”, “Elephant”, “Mentes peligrosas”, “La Deuda Interna” y un largo etcétera que no expondré acá por falta de espacio y memoria. Es cierto que no constituyen una muestra válida en sí misma, es un recorte incompleto y personal, es más, no siempre llegué a ellas como consecuencia de una opción expresa, pues la obligación, la comodidad y el desgano también mandan. Tampoco son una continuidad de la realidad, incluso los documentales. También debo destacar que muchísimas versan sobre sociedades de lo que solemos llamar erróneamente “el primer mundo” pero, aun así, cuentan realidades similares a las nuestras, tratan sobre la educación en sectores postergados, en los márgenes de esas sociedades ricas.

A pesar de la diversidad, todas esas tramas abordaban el mismo gran conjunto de frustraciones, desafíos, contradicciones y, también, alegrías que caracterizan a la educación formal y la tarea docente, se tratase de la Welton Academy, de Hogwarts o de Chorcán. Aunque algunas sobreactúen, siempre ayudan a discutir mejor ciertos temas más allá de nuestro sector, se trate de bullying, reproducción social de la dominación, censura, el carácter laico de la educación pública o el magro sueldo docente.

A su vez, (incluyamos a «Merlí», claro que sí, pst) siempre me llamó poderosamente la atención que en esas tramas -que tocaban lo educativo a su manera o que pretendían hacerlo- está casi totalmente ausente algo tan pero tan real, evidente, extendido y terrible como hacer dedo. Pero lo que más me pegó siempre es que donde sí son recurrentes los “aventones” es en las películas de terror, son casi constitutivos del género.

Los docentes entrerrianos haciendo dedo son una provocadora injusticia y representan un problema impostergable que está expuesto ante la mirada de todos. Nadie se puede hacer el boludo. Estos trabajadores son una denuncia en sí mismos, a la vez que un noble ejemplo del orgullo laburante, docente y militante. Son semáforos (en doble rojo), termómetros (en llamas), alarmas (al palo) sobre lo postergados que están nuestra Educación Pública, las cuestiones de género y el trabajo. Las máquinas de reconocimiento facial del gobierno y los operativos que supuestamente “evalúan” el sistema están diseñados expresamente para no verlos, no detectarlos y, por lo tanto, negarlos como parte de la agenda educativa. Que siga el baile…

Y este es sólo un punto de nuestro pliego reivindicativo.

Cuando alguien le pregunta a un docente: “¿qué es lo que quieren ustedes?”, el docente, si es alguien de confianza, lo mira y le responde: “Sentate que te cuento”.

 

 

 

(*) Docente. Secretario de organización de la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos (Agmer)