“Ladrón, ladrón. Ahí va un ladrón: ése es un ladrón”.
A grito pelado, uno de los propietarios de la joyería El Cofre, de Alem 97, corría desesperado por la vereda oeste de Monte Caseros a la par de un taxi con pasajeros. Los gritos desgarrados alertaron a la poblada zona de bancos y también a quienes estaban sumidos, con ventanas cerradas y estufas, en las oficinas de la zona. Faltaban pocos minutos para las diez de la mañana de este miércoles y el descontrol, la confusión y el miedo ganaron esa cuadra.
Los gritos y las corridas también le llegan a oídos del taxista, que detuvo el auto en medio de la calle. Entonces, cuando el taxi frenó, desde adentro bajaron raudamente los pasajeros.
Uno de ellos, de campera marrón claro, fácilmente identificable por el color de la prenda, salió corriendo por Monte Caseros, hacia 25 de Mayo con la intención de escabullirse, sin suerte, entre la gente que se quedaba parada, desconcertada por la rareza de la escena. En la huida, quedan en el piso, en el nivel de la puerta de la trasera del taxi, una pistola y unos anteojos de sol.

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La carrera alocada del hombre de la campera marrón claro terminó cerca, cuando en la esquina de la sede central del Banco de Entre Ríos SA, cayó al suelo, producto de un fuerte golpe propinado por alguien que escuchó los gritos del joven joyero, que decía que se trataba de un ladrón. Mientras, en el desconcierto, había desaparecido hábilmente la mujer que lo acompañaba en taxi al muchacho de la campera marrón.
Fue en esos momentos de desesperación cuando un policía que estaba de civil y que se dirigía al banco a hacer un trámite particular, intervino, corrió y organizó las primeras acciones de otros agentes en servicio que empezaron a llegar enseguida.
Hubo corridas de policías que se abalanzaron sobre autos que circulaban por ese tramo de Monte Caseros y que, envueltos por el aturdimiento, quedaron parados en el medio de la calle. En un primer momento, dos policías se lanzaron sobre un auto particular, apuntando con sus pistolas, y los ocupantes, una pareja de jóvenes, parecieron haber perdido el habla, envueltos en un manto de palidez extrema. Y la impresión para los espectadores era que, en medio de tanta locura, se estaba al borde de que se desatara una balacera.
Mientras todo era barullo, el hombre de la campera marrón claro quedó, también en segundos, rodeado de personas que, como en un círculo de seguridad, se cerraron sobre él, sin miedo y con espanto.
“Cómo puedo ser; esto es terrible; a mitad de mañana; en pleno centro; yo lo conozco a éste, sé quién es”. Esos eran algunos de los comentarios que se escuchaban entre la decena de personas que ocupó de lleno Calle Monte Caseros, entre 25 de Mayo y Alem.
“El hombre (de la campera marrón) entró al negocio, compró relojes y unas cadenitas y al momento de pagar, sacó una pistola y le apuntó a mi papá”, dice el muchacho de la joyería El Cofre que logró detener a los ladrones por su corrida y sus gritos. Después -continúa narrando el muchacho- se subieron a un taxi casi de prepo y lo obligaron a marchar, al parecer, también con el arma en mano.
El episodio dejó con la respiración agitada, con la sensación de que hay armas en bolsillos de camperas y bolsos más de lo que se imagina el común de las personas que sale una mañana cualquiera a hacer un trámite o una compra al centro, o que está con la cabeza ocupada en el trabajo, frente a una computadora o papeles de oficina.
Más de uno sintió eso esta mañana.

Marta Marozzini
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.