El lunes 16 de abril, el cura Justo José Ilarraz se sentará finalmente en el banquillo de los acusados. Tres jueces, Alicia Vivian,Carolina Catagno y Gustavo Pimentel tendrán el rol clave de juzgar el mayor caso de abuso y corrupción de menores por parte de un miembro del clero paranaense, que fue prefecto de disciplina en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo entre 1985 y 1993.

En ese tiempo, a lo largo de ese tiempo, ocurrieron los abusos que denunciaron siete víctimas en los Tribunales. Tres de ellos lo pusieron en conocimiento de las autoridades eclesiásticas, que en 1995 abrieron una investigación interna  que concluyó al año siguiente con la sanción del destierro. Ilarraz entonces se mudó a Tucumán, y allá continuó siendo cura, hasta que en 2012, cuando el caso llegó a la Justicia, fue suspendido en su función sacerdotal.

La causa judicial avanzó con una serie de tropiezos, y el juicio cambió tres veces de fecha y dos veces el tribunal. Carga, además, con un planteo de prescripción que está por resolverse en la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Mientras ese fallo no ocurre, en los Tribunales de Paraná comenzará a ventilarse una investigación que llevará como testigos a las tres últimas cabezas de la Iglesia Católica: Estanislao Karlic, Mario Luis Bautista Maulión y Juan Alberto Puiggari.

Ilarraz, mientras manejó las riendas del Seminario y fue director espiritual de un grupo de adolescentes que cursaban la escuela secundaria como pupilos, abusó de algunos de ellos. Así lo relatan los testimonios que se suceden en el voluminoso expediente de la causa judicial.

M.H. contó en Tribunales que en el año 1990, mientras cursaba séptimo grado, se acercó a escuchar unas charlas que daba el cura Mario Taborda en la Parroquia Nuestra Señora de Lujan. Allí le propusieron hacer retiros espirituales en el Seminario para cultivar la vocación sacerdotal que esos adolescentes comenzaban a expresar. Así llegó a conocer al cura Justo Ilarraz. En 1992, con 13 años, ingresó al Seminario Menor como interno pupilo. Ilarraz fue su guía espiritual. En reiteradas oportunidades, contó M.H., Ilarraz los iba llamando de a uno y en su habitación, les hacía diferentes preguntas acerca de cómo estaban, de cómo estaba compuesta su familia, que necesitaban, por qué habían decidido ser sacerdotes, con lo cual conocía toda su vida.

Con el tiempo, comenzó a tener una confianza mucho más de amigos con Ilarraz, por lo que si bien al principio su confesor era el padre (Andrés) Senger, luego Ilarraz pasó a ser su confesor y su guía espiritual. En ese momento, dijo M.H., en su casa los problemas eran corrientes derivados de un padre violento. De esta manera, encontró en Ilarraz una persona que le abría sus brazos, su confianza, le brindaba su afecto y a partir de ahí hablaban mucho de lo que le pasaba. Su relación con Ilarraz se afianzó mucho los primeros meses de su ingreso al Seminario y el mismo como confesor le dijo que en una libretita anotara todos sus pecados, y luego, los días viernes, se los tenía que contar. Como estaba siempre muy angustiado por los problemas de su familia, comenzó a concurrir de manera habitual a su habitación, alrededor de las 16. Ilarraz lo escuchaba, tomaban mate y lo aconsejaba.

Pasados unos meses, la relación con Ilarraz comenzó a afianzarse aún más, e incluso él le decía que M.H. era su mejor amigo. A mediados del año 1992, notó que cada vez que iba a la habitación de Ilarraz, el cura comenzaba acercarse, abrazándolo, e incluso lo alagaba diciéndole «qué linda sonrisa que tenés», «qué facha tenés». De a poco, fue acercándose cada vez más, hasta que ocurrió lo que ocurrió. Era de noche, era medianoche, todos los chicos dormían en el pabellón común del Seminario: todos los alumnos de primero y de segundo años. Ilarraz llegó al pabellón, se acercó a la cama de M.H.,  metió su mano debajo de las sábanas y comenzó a hablarle de la amistad profunda que había entre los dos y, a medida que iba hablando, colocó su mano sobre su vientre y rozaba el calzoncillo, hasta lograr excitarlo. Luego, le bajó el calzoncillo y lo comenzó a tocar, a masturbar y lo besaba en el rostro y el cuello. Luego, tomó su mano, la puso debajo de su calzoncillo y le pidió que lo masturbara. Después comenzó a besarlo en la boca e incluso metió su lengua en su boca. M.H. estaba paralizado por el temor. No sabía qué hacer. La barba de Ilarraz le quemaba la cara, pero no atinó a hacer nada.

Antes de irse del pabellón, Ilarraz le dijo algo que no olvidó: «Bueno, te quiero mucho, esto queda entre nosotros».

Todos y cada uno de esos testimonios serán expuestos en las audiencias orales que se desarrollarán en Tribunales en el juicio oral al cura Ilarraz.

Los debates se harán los días 16, 17, 18, 19, 20, 23, 24, 25, 26 y 27 de abril, y los días 2, 3 y 4 de mayo. El 7 y el 8 de mayo será el turno de los alegatos de las partes.

La causa se abrió en 2012. El 17 de agosto de 2016, el  último juez de la causa, Pablo Zoff, resolvió elevar a juicio el caso Ilarraz.

Casi dos años después, es el turno del juicio oral a Ilarraz.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.