Por José Dumoulin (*)
Este martes 22 será una fecha para recordar, sin dudas,
A partir de este martes, habrá un antes y un después.
¿Y esto por qué?
Será el día en que el primer sacerdote de la Arquidiócesis de Paraná será llevado a juicio por presunto delito de abuso sexual de menores.
El primero de tres miembros del clero que llegan a la instancia de juicio oral y que espera hasta el comienzo de esa instancia en la cárcel de Victoria.
Saber de los abusos del cura Juan Diego Escobar Gaviria en Lucas González  trascendió en todos lados y también impactó en la feligresía paranaense, y más allá, ya que es una figura conocida por sus dotes de sanador.
Este impacto conmueve a muchos y la expectativa sobre el desenlace mantiene en vilo a la población y de una manera muy particular a la conducción eclesial local, que mira el caso pareciera que desde lejos, sin querer involucrarse.
La jerarquía eclesiástica mira el caso Escobar Gaviria desde otro lugar, según dicen, para no interferir con la Justicia.
Pero lo saliente entre líneas que puede leerse es que no quieren poner las manos en el fuego. Entonces, son espectadores de lejos de lo que empezará a suceder desde este martes en los Tribunales de Gualeguay.
También, llama la atención la no toma de medidas o sanciones correspondientes que se deben aplicar de acuerdo a la normativa eclesial, como es el Código de Derecho Canónico. Ni siquiera se han tenidido los reiterados mensajes de los últimos Papas, que piden  tolerancia cero frente a los casos de abusos en el clero.
La acción de la Iglesia en pos de aclarar su situación y de condena a los abusos parece diluirse en un trámite largo, que hasta el momento no define nada.
La Justicia civil avanzó rápidamente, y en menos de un año hay juicio.
¿La instancia diocesana esperará la sentencia para dar su veredicto? ¿Para qué entonces la Iglesia cuenta con sus propias leyes eclesiales? ¿Por qué no se avanzó más rápido con la investigación canónica a Escobar Gaviria?
Esto queda de manifiesto en los otros casos, también. En los casos por abusos que investiga la Justicia, y la Iglesia, de los sacerdotes Justo José Ilarraz y Marcelino Ricardo Moya, causas en las que la Justicia civil realizó avances más que significativos. ¿Tal vez la Iglesia  apuesta al paso del tiempo y al olvido?
Sin dudas, que quedan muchas preguntas abiertas y respuestas que la gente sigue esperando.
¿Habrá que esperar el desenlace de este juicio para comenzar a ver?
De todos modos, están las cartas sobre la mesa y será la Justicia quien dictamine sobre la inocencia o la culpabilidad.
El 22 de agosto será un antes y un después.
Será justicia.
(*) Exsacerodote. Su último destino fue la parroquia Santa Rosa de Lima, de Villaguay.