«Días de sol, lluvia, calor, viento, momentos de risa y muchas llorando. Son solo 30 km que hice hoy. Entrenando para mi primer ultra maratón. 455 km en 30 días. No sé si es mucho o poco pero es por una buena causa. Los niños no mienten. Nunca».
Alejandro Negri ha hecho de esa frase, «los niños no mienten», su karma, y su lucha: en su ciudad, Lucas González, ha puesto pasacalles, ha empapelado columnas de alumbrado, ha repartido volantes y se prepara para un multramaratón con un objetivo: concientizar contra el abuso sexual infantil, el horror que ahora le toca a la puerta de su casa.
Mariel Schenfeld y Alejandro Negri son los papás de dos nenas, de 4 y 6 años. Aunque ya no son pareja están unidos en un causa común: llevaron a la Justicia a su cuñado, César Cepeda, a quien denunciaron por haber abusado sexualmente de las niñas en las horas que quedaban a su cuidado mientras su mamá estaba trabajando.
Cepeda cumple ahora un arresto en la Jefatura de Policía de Nogoyá, aislado de su esposa, de quien la Fiscalía tiene serias sospechas de que sabía de los abusos y optó por no intervenir. La causa, que tramita el fiscal Federico Uriburu, viene incorporando evidencias y testimonios, aunque resta definir si las niñas pueden testimoniar mediante el sistema de Cámara Gesell. De momento, están con asistencia psicológica.
En la investigación penal interviene como querellante el abogado Mariano Navarro, y la defensa de Cepeda está a cargo del abogado Walter Martínez.
El abogado Martínez se apoya en la declaración de imputado de Cepeda ante el Ministerio Público Fiscal de Nogoyá, cuando descartó las acusaciones en su contra, detalló cómo era la convivencia con la niña de 4 años, G, y su hermana de 6, C, que quedaban al cuidado de su familia en las horas en las que su mamá trabajaba en una estación de servicios, y los resquemores que dejó planteado sobre inquinas familiares.
«Conforme denuncia de los ciudadanos MLS y AN, progenitores de la menor de tres años de edad (el 4 de julio cumplió 4 años, NdelR) GN, nacida el día 4/7/2016, se le imputa al ciudadano César Roberto Cepeda, que durante el transcurso del período de aislamiento obligatorio decretado a nivel nacional (cuarentena), aprovechando la circunstancia de que la denunciante dejaba a sus hijas menores de edad (G y C, de tres y seis años respectivamente) al cuidado tanto de su hermana SS como del encartado Cepeda, en el domicilio que éstos habitan en calle Eduardo Mongeloz (…)de la ciudad de Lucas González, en el horario de 13 a 16 hs. o 20 a 22 hs., dependiendo la demanda laboral de la madre de las menores, como así también en otros horarios donde la menor se quedaba en la casa de ellos en virtud de la relación de parentesco que los une, el incurso, valiéndose de la relación de confianza y rol que tenía respecto de la menor de tres años GN, en reiteradas oportunidades le dio besos en la boca y tocó por debajo de la ropa”, dice la apertura de la causa por abuso sexual.
“Te voy a contar un poco de cómo era la historia de las chicas cuando iban a casa”, declaró Cepeda ante el fiscal Federico Uriburu. Dijo que las dos hermanitas, la de 4 y la de 6, eran dejadas por su madre en su casa de 8 a 22 –horario en el que se desempeñaba en su trabajo-; que entre las 16 y las 20 quedaban al cuidado del padre, y luego volvían, hasta las 22. Que la mamá de las niñas, su cuñada –es hermana de su esposa-, está “en tratamiento psicológico y psiquiátrico desde hace aproximadamente cuatro años; es una persona de agrandar, exagerar o inventar cosas”. Entonces, cuenta la historia de la venta de un campo de sus familiares políticos y la acusación que le hacen a él, a Cepeda, de querer estafarlos, al actuar como mediador en esa operación inmobiliaria.
Alejandro Negri no tiene dudas: sus hijas fueron abusadas. Y fueron abusadas por su tío, César Cepeda, esposo de la hermana de la mamá de las niñas.
«Soy el papá de las nenas abusadas por Cepeda», dice. Y dice también: «Estamos pasando un momento terrible, difícil. En el primer momento, ni bien nos enteramos, fue un infierno. No creo que nadie quiera pasar por esto. Es muy difícil, y lo vamos llevando como se puede», cuenta a Entre Ríos Ahora.
Busca el equilibrio, un punto remoto donde pararse y no sentir, no pensar, alejarse del horror y contar: contar el espanto, los abusos de sus dos hijas. «Tratamos de llevarlo como se puede», se convence, y sabe qué está surfeando en un escenario hostil, doloroso. «Nunca dudé de la palabra de las nenas», afirma.
Nunca, repite. «Nunca dudamos ni la mamá ni yo. Ni mi mujer. Lo primero que hicimos cuando nos enteramos fue hacer la denuncia. Todo el que haya pasado por una situación parecida tiene que denunciar. Hay que denunciar. Nosotros no tenemos que tener miedo. La víctima no tiene que tener miedo. Los que tienen que tener miedo son los degenerados, los pedófilos», dice, y se quiebra.
El mundo, su mundo, el mundo de sus hijas, se ha puesto patas arriba: el dolor los atraviesa, el espanto se apoderó de todos ellas. Las niñas hacen terapia, y junto a su madre han debido mudarse, lejos de la vivienda de los Cepeda, en Lucas González.
La voz quebrada tropieza en su garganta y se abre paso con un pedido urgente: «Esperamos que te este degenerado y todos los que tengan que caer, caigan».
De la Redacción de Entre Ríos Ahora