Fermín Goldenberg está por cumplir 17 años. Hasta hace poco más de un año, seguía una rutina parecida a otros chicos de su edad y su día se repartía entre las obligaciones de una escuela secundaria y las prácticas de rugby en el Club Estudiantes. Esas eran y, en rigor, siguen siendo sus prioridades, más allá de algunos hechos extraordinarios que acontecieron desde un viaje con su padre, en 2017, y la cita próxima en Milan durante, prácticamente, todo el mes de enero de 2019.
La historia es así. Fermín Goldenberg salía de ver un partido de la NBA, entre los Nicks de Nueva York y Brooklyn Nets, cuando se abrió una ventana inesperada. Había viajado junto a su padre en un itinerario que contemplaba Nueva York, Miami y Orlando. En esa hoja de ruta figuraba el básquet por una razón familiar: tanto la rama materna como la paterna de Fermín tuvieron o tienen vínculo con el básquet. Para más datos, su hermano es Lucas Goldenberg, ex Sionista en Liga A y actual ficha mayor de Platense en la segunda categoría del básquet argentino.
Es posible que ahora Fermín no recuerde con mucho detalle qué sucedió en la cancha esa anoche, pero sí de qué modo se acercó una mujer a la salida del estadio y le preguntó si era modelo. ¿Modelo? Se rieron los dos, Fermín y su padre. Está bien, la carrera de modelo masculino ha permanecido siempre varios pasos por detrás de la figura femenina en ese ámbito por razones culturales que no vienen al caso. Pero la mujer no miraba mal: Fermín tiene 1,91 mts y una fisonomía encantada por esas cuestiones naturales de armonía y expresión. El chico tiene la belleza de su lado y también cierta incomodidad, en algunos casos, con esa ventaja.
“Mi papá se cagaba de risa, me decía que en realidad lo estaban buscando a él”, dice Fermín ahora, en su casa y uno se imagina a los dos tentados de risa en un bar con la idea de que una cazatalentos lo tuviera en la mira. La cuestión es que un par de horas después las risas incrédulas se borraron por completo cuando el dueño de una agencia se puso en contacto con la intención de mantener una reunión.
Fermín no se tiró de cabeza ante la oportunidad. Aún hoy no lo hizo, pero a su modo empezó a tantear el territorio y no justamente en los arrabales.
La reunión en Nueva York se realizó y también una sesión de fotos en Buenos Aires, a través de los contactos del agente norteamericano por aquí, pero las primeras propuestas las fue rechazando en virtud de las prioridades que se describía al principio: la escuela y el rugby. Eso hasta que lo invitaron a sumarse a la Semana de la Moda en Nueva York. Esta vez viajó con su hermano y su primo Gonzalo, hizo unos 20 casting y participó de media docena de desfiles.
“No sabía caminar ni sacarme fotos, en ese momento tenía 15 años y los modelos, entre 20 y 25 años. Quedé en seis desfiles y me sacaron fotos para una publicidad. Los desfiles son en terrazas, en edificios altos o salones que ellos alquilan. Me sentía medio raro, no entendía nada porque no había hecho nunca nada parecido”.
Desfiló ante más de 2.000 personas, en tres pasadas que finalizaron con un traje de Dolce & Gabbana. También lo hizo en una terraza exclusiva del Times Square. Fue conociendo el oficio, el yeite de caminar la pasarela y posar antes las cámaras, en una suerte de construcción personal que le permite, en evidencia, mantener sus características anteriores. Fermín, se ve, es tímido casi de modo sobresaliente, pero sus fotos no revelan nada de eso, ni un rubor.
Por esa razón no lo dejaba entrar a su hermano a los desfiles: ante la mirada de un familiar hubiese sido difícil contrastar ese reflejo fraternal con el andar de su nuevo traje de modelo.
Las propuestas siguieron llegando, pero había demasiadas cosas interesantes para hacer por aquí nomás, con los amigos, el deporte, la vida cotidiana. En abril, sin embargo, fue a sacarse fotos a Buenos Aires y protagonizó una campaña de Valkymia para un cyber mondey.
Un par de meses después declinó la oferta de ir otra vez a Nueva York a la Semana de la Moda en julio, pero sí aceptó ir en septiembre, esta vez acompañado por su mamá.
“Fui a Nueva York por segunda vez, hice casting para marcas grandes, quedé para seis desfiles y ya tuve menos vergüenza y me sentí con un poco más de experiencia, igual tenía una cosa acá”, dice Fermín y se raspa el pecho, justo donde anidan todos los remolinos.
Digamos que el ámbito del modelaje no le resultó de lo más amigable, pero tampoco la pasó mal. Lo que Fermín ve en esa ventana que se abrió, en su visión de casualidad, es la posibilidad de viajar, conocer y tener un oficio redituable, que va aprendiendo con los ojos bien abiertos.
A través de otra agencia, en este caso de Buenos Aires pero con proyección en Europa, hace pocos meses recibió la oferta de hacer una temporada completa en las pasarelas más prestigiosas del mundo (Paris, Londres y Milán), con pagos por cada desfile o publicidad. ¿Qué dijo Fermín? Imposible, por lo menos Londres y Paris que coincidían en fecha y hora con la escuela y los momentos decisivos de la campaña de la M 17 de su club.
Finalmente aceptó viajar a Milán, entre el 3 y el 27 de enero. Probablemente en esta ocasión lo haga solo por primera vez. “Me gusta, conozco países, es redituable y me sirve para más adelante. Me da vergüenza todavía, pero no en el momento, me da vergüenza que vean las fotos acá en Paraná”, reconoce Fermín, pero a la vez dice que “si me va bien ahora, quizás le meta más pilas al modelaje, las personas que saben de esto dicen que me puede ir bien, pero también voy a tener que estudiar una carrera”, analiza.
Sin invertir aún toda su energía en el asunto, Fermín ya va en camino de las pasarelas más importantes del mundo. No se engancha mucho aún con las sugerencias de tener redes activas o hacer algunos ejercicios para después enfrentar las cámaras con más recursos, pero hay algo natural que lo acompaña y lo alumbra.
“Mi familia dice que yo decida, si me gusta que siga y sino que haga otra cosa”, dice Fermín y sonríe como un chico. En las fotos, en cambio, lo que se ve es un modelo y de la timidez del adolescente ruborizado, en apariencia, no quedan rastros, más allá de su figura espigada y los rasgos de esa distinción que una mujer supo ver en una calle de Nueva York.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora