Son tres historias de tres niños que se hicieron hombres.
Los tres niños-hombres cruzados por el horror de los abusos.
Los tres niños que se hicieron hombres y que pudieron dar el paso desde la oscuridad a la luz, aunque en el camino carguen todavía con los estragos que les dejó el zarpazo de esos hombres de sotana que hablan de Dios y cometen delitos, que mendigan pureza en otros y chapotean en sus propias miserias, que vocean al Mesías y prometen paraísos futuros mientras agrandan la geografía del infierno terrenal.
Uno.
Fabián Schunk fue abusado por el cura Justo José Ilarraz, “el Gallego”, que fue nombrado por el ex arzobispo Estanislao Karlic, el hombre de las palabras sosegadas y la teología de biblioteca, para que fuera el lobo cuidando las ovejas.
En 1985, Karlic puso a Ilarraz como responsable de un grupo de chicos que cursaban la escuela secundaria como pupilos en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo.
Pero Ilarraz no fue protector ni guía espiritual: destazó las vidas de esos chicos de un modo violento.
Ilarraz suya esas vidas, y los corrompió.
Fabián Schunk contó esto en la Justicia:
En el verano de 1992, 1993, en Molinari, provincia de Córdoba, durante un campamento de los seminaristas, estaba con ellos el ahora arzobispo Juan Alberto Puiggari.
En un momento, se acerca un “bedel” –un estudiante avanzado, encargado de las tareas de preceptor de los más chicos- “que venía del campamento del Menor -internos de primero y segundo año del Seminario-, que se encontraba a cien metros de su campamento y, dirigiéndose a Puiggari, le manifiesta haber visto al cura Ilarraz con otros seminaristas en su carpa. Alguien le pregunta a Puiggari:»Usted sabe lo que está pasando con ´el Gallego´?». Puiggari le responde: «Sí, pero qué quieren que haga si no tengo pruebas».
Recién en 1995 Puiggari denuncia ante Karlic los abusos de Ilarraz, y entonces Karlic hace como que lo investiga, y en 1996 le aplica la sanción del destierro tras recibir las denuncias de tres seminaristas abusados.
Este lunes 16, Ilarraz será sometido a juicio oral por siete denuncias por abuso y corrupción de menores, casi seis años después de la apertura de la investigación penal, en 2012.
Fabián Schunk es uno de los siete que denunciaron a Ilarraz.
Quizá el juicio para acarrear alivio a los que sufrieron el infierno Ilarraz en el Seminario. Quizá también sirva para poner blanco sobre negro en las maniobras de dilación y silenciamiento que hubo en la Iglesia.
Dos.
“Este hijo de puta se reía mientras yo declaraba”.
Una tarde de agosto de 2017, Alexis Endrizzi salió estragado de la sala de audiencias del Tribunal de Juicios y Apelaciones de Gualeguay.
Adentro, lo juzgaban al cura Juan Diego Escobar Gaviria por cuatro casos de abuso y corrupción de menores ocurridos en Lucas González, ciudad a la qe lo había destinado la Iglesia Católica como párroco, entre 2005 y finales de octubre de 2016.
Alexis Endrizzi fue abusado por el cura Escobar Gaviria en los viajes en los que lo llevaba como monaguillo a sus concurridas misas de sanación.
Alexis era un niño.
De vuelta a Lucas González, empezaba a acosarlo de manera voraz. «No recuerdo a qué edad más o menos comenzó todo, puede haber sido cuanto tenía entre once o doce años. Venía viajando de Paraná con el cura (…), viajaba en el auto particular de él, que al día de hoy lo tiene, también venían otros chicos (…) Todos dormíamos; yo iba sentado en el asiento del acompañante y en un momento siento que él comenzó a tocarme”.
La Justicia abrió una investigación penal, sumó cuatro denuncias y lo llevó a Juicio. En septiembre de 2016, Escobar Gaviria fue condenado a 25 años de prisión, aunque la condena no está firme.
De igual modo, cumple prisión preventiva en la Unidad Penal de Victoria desde el 21 de abril del año último.
El 24 de abril próximo se realizará una audiencia de remisión a juicio de un quinto caso de corrupción de menores que se imputa al cura Escobar Gaviria.
La Justicia, a veces, es un poco reparadora.
Tres.
Pablo Huck no pudo establecer cuándo fue que ocurrió. Pero sabe que ocurrió. Y ocurrió que el cura Marcelino Ricardo Moya abusó de él cuando era adolescente, y era parte de los grupos parroquiales de la parroquia Santa Rosa de Lima, de Villaguay.
“Sé que dormía en la parroquia, sé que el cura me masturbaba, sé que me practicaba sexo oral. Eso no me olvidé, y no lo olvidé incluso a pesar del trabajo que hice por no recordar. Yo pensé incluso que iba a poder olvidar todo. Pero no pude. Siento como si me pasó una aplanadora espiritual. Incluso, tuve que alejarme de mi profesión, porque caí en el desinterés, en no poder ver al otro como alguien que necesitaba ayuda, sino que sentía desprecio por todo. Estoy como en una pausa”, dijo cuando lo denunció a Moya, en el invierno de 2015.
El cura fue suspendido por la Iglesia –una medida burocrática- y recluido a salvo de las miradas inquisidoras. Se presume que ahora está en María Grande, en casa de su familia. Mientras, batalla en la Justicia por la prescripción de la causa por los abusos en Villaguay.
Moya estuvo destinado en Villaguay entre 1992 y 1997, tuvo contacto con los jóvenes de los grupos parroquiales, y también del Colegio La Inmaculada y del regimiento del Ejército. La causa fue elevada a juicio, pero con un planteo de prescripción que analiza ahora la Cámra de Casación Penal.
No persigue su inocencia, sino el olvido el cura.
Los tres, Ilarraz, Escobar Gaviria, Moya, siguen estando al servicio de la Iglesia Católica.
Ninguno ha sido expulsado, ni sancionado.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.