Carolina Brarda es licenciada en Biología. Recibió su título de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (Uader) en mayo de 2020, en plena cuarentena estricta. Fue la primera estudiante de la Facultad de Ciencia y Tecnología en concluir su carrera de grado bajo la modalidad virtual.
Bastante antes de ese día ya había tenido la oportunidad de abrir la puerta a la investigación científica. Un profesor la convocó, en calidad de estudiante, a sumarse a un proyecto acreditado por el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) y, como becaria, se sumó a un equipo que estudiaba el impacto de la ganadería en los ensambles de aves, en zonas del Predelta del río Paraná.
“Eso me abrió las puertas a la investigación. Es muy distinto a estar en el aula cursando cuestiones teóricas, o hacer algún práctico. Es un salto muy grande entrar a un laboratorio como becario CIN. Ahí descubrís la vocación científica”, afirma la joven profesional que, ya antes de recibir su título de grado, había adelantado varios pasos cuando el Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) le otorgó una beca doctoral.
“Defiendo mi tesis un día y al día siguiente empiezo a trabajar como becaria de Conicet. Me inscribí en el Doctorado de Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC)”, cuenta. “Tenés que presentar un plan de trabajo y un comité evaluador hace sugerencias, correcciones. Estoy esperando esa devolución pero hace un año que ya estoy trabajando en base al plan de trabajo presentado”, explica Brarda.
Rastros en la fauna
El plan de trabajo para la tesis doctoral de Brarda busca plasmar un proyecto. “La idea es evaluar si una especie de tortuga de arroyo puede funcionar como bioindicador de humedales”, presenta el tema y desarrolla: “Se trata de sacar conclusiones estudiando distintos parámetros de estas tortugas, como el estado sanitario de los ejemplares que capturamos en ambientes naturales, o parámetros sanguíneos que logramos con muestras de sangre. A estos animales los marcamos, los devolvemos al ambiente donde fueron capturados y los estudiamos. Son ambientes asociados a áreas industriales, o con producción agrícola, o producción forestal. La idea es poder comparar cómo responden estas tortugas a vivir en esos lugares que podrían estar potencialmente contaminados a raíz de las actividades que se desarrollan en ellos”.
“Xenobiótico es sinónimo de contaminante de cualquier origen”, explica Brarda para dar cuenta de lo que busca en los animales en estudio. Amplía en este sentido: “Son sustancias que no son propias del ambiente natural sino que provienen de alguna actividad asociada a lo humano, como las industrias, o el uso de agroquímicos. Al evaluar la sanidad ambiental en distintos lugares a través del estudio de parámetros sanguíneos y sanitarios de ejemplares de esta tortuga de arroyo, se convierte a esta especie en un bioindicador de los humedales que habitan. Podemos así saber el estado en que se encuentra ese lugar”, completa la guía de su trabajo en marcha.
Anteriormente, como becaria del CIN, había estudiado el impacto de la ganadería en los ensambles de aves. “Decir ensamble se puede comparar con decir comunidad. Se determinan cantidad de especies, cantidad de individuos de cada especie que hay en un determinado lugar. Se compara luego el ensamble de aves en ese sitio con el que se presenta en un lugar donde no hay ningún uso del suelo, en un ambiente controlado como el de los Parques Nacionales, por ejemplo”, detalla la investigadora que luego tomó el estudio de ensamble de aves para estudiar otro tipo de ambientes, como los bosques de albardón.
Rehabilitación de tortugas
Brarda se desempeña hoy como investigadora del Centro de Investigaciones Científicas y Transferencia de Tecnología a la Producción (CICYTTP ) de Diamante, concretamente en el Laboratorio de Herpetología de esa institución de triple dependencia (Uader, Provincia de Entre Ríos y Conicet). Allí desarrolla proyectos vinculados a la ecología animal. En este marco, participó del trabajo de rehabilitación de ejemplares de tres especies de tortuga, decomisados en la conocida granja de animales de Avelino Fontana, en Paraná.
“Luego del operativo, a cargo de las áreas de Fauna de la Nación y de la Provincia, colaboramos como especialistas en la rehabilitación de animales que estaban en un tajamar con una densidad muy grande de individuos. Eran prácticamente mascotas estas tortugas, muy acostumbradas a la presencia del humano. Las tortugas de agua, de dos especies distintas, son nativas de Entre Ríos y tienen altas posibilidades de lograr, con un buen plan de rehabilitación, volver a reinsertarse y concluir con la liberación”, precisa Brarda.
En el caso de los ejemplares de tierra, “es muy difícil una liberación sin peligros para la supervivencia” porque “pasaron muchísimos años en cautiverio y además no son nativas de esta zona” lo que dificulta la adaptación. Estas tortugas debieron ser trasladadas a una fundación de Colón “en las que vivirán con condiciones lo más parecidas posibles a su ámbito natural”.
Universidad y conocimiento
Como investigadora, Brarda evalúa como muy buena la calidad de la investigación que desarrollan las universidades públicas del país. “Hay muy buenos equipos, muy interesantes líneas de trabajo, con ciencia aplicada a la vida cotidiana de la sociedad”, dice y pone en la balanza que desde su punto de vista estas iniciativas “no tienen tanta visibilidad como la que tienen las investigaciones en Conicet”.
Apuesta a fortalecer la investigación en las universidades. “Es la cuna del conocimiento. Sin investigación nos estaría faltando a las universidades una de nuestras funciones esenciales. Es lo que permite que el conocimiento se actualice, se generen nuevas preguntas. Así se construye el conocimiento que luego será abordado por la formación académica”, remarca.
Fuente: área Comunicación Uader.