Ahora, casi diez meses después de haber dejado el mando de un gobierno que aplicó un cerrojo feroz sobre la prensa, que se abalanzó sobre los medios y, abrió el juego a los comisarios políticos, que disciplinó con la pauta, ahora que está investigado por la Justicia por el modo amañado cómo contrató publicidad, y benefició a parientes, ahora Sergio Urribarri se queja de que la prensa lo maltrata.
A Urribarri le convendría leer la fábula del escritor danés Hans Christian Andersen, El Rey Desnudo. Aunque quizá no le apetezca demasiado la lectura. Hay una anécdota que cuentan en su entorno: siendo gobernador, alguien le preguntó por la historia de La Delfina, y Urribarri se vio en apuros. Pidió tiempo, llamó a un funcionario de Cultura y lo urgió a que le enviara un resumen histórico. Sólo recién después satisfizo el pedido de sus contertulios: contó la historia que le contaron de La Delfina.
El Rey Desnudo debía siempre aparecer vestido, y mostrarse ilustrado. Lo explicó así su ministro de propaganda, Pedro Báez, cuando se sinceró en una entrevista memorable que publicó la revista “Análisis”. Dijo Báez: “Más allá de algunas cosas facilistas que se dicen como que nosotros tenemos comisarios políticos (en los medios de comunicación), hay que decir que si nosotros no hacíamos algunas cosas nos cagaban a bollos y que se perdone la expresión. Nos llenaban la cara de dedos. En términos generales la prensa se desempeña normalmente. Si quieren criticar nos critican y nosotros no apretamos. En la gestión anterior teníamos la necesidad de transmitir cosas que tenían un anclaje real. El Pato y el gobierno entero se rompieron todo en la pasada gestión. Por decir algo: hubo 50 y pico de accesos a diferentes ciudades. Y por otro lado teníamos un tipo que decía que las obras eran virtuales. ¿Cómo no íbamos entonces a hacer un esfuerzo? Y a veces ese esfuerzo es pacífico y a veces no es pacífico”.
Ese esfuerzo, a veces pacífico, a veces beligerante, le garantizó a Urribarri tener cada mañana el diario a su medida.
Nadie salió indemne de esas escaramuzas.
Pero esa es otra historia.
En medio de esas batallas, un sector de la prensa siguió, con más o menos fortuna, ejerciendo el oficio de modo digno.
Después, se sumaron otras voces.
Urribarri, como El Rey Desnudo, se queja de la imagen que le devuelve el espejo: un gobierno, el suyo, bajo sospecha.
Usa su muro de Facebook para la catarsis, el atril modesto adonde ahora se sube para lanzar diatribas moralistas.
“Lamentablemente me resulta casi imposible defenderme de esta ola de ataques por la prensa que me ha elegido casi como un blanco a destruir. Mi única defensa pública es la paciencia, la seguridad de que mi obra de gobierno objetiva difícilmente sea superada, la seguridad de que las rutas, las escuelas, los hospitales y cientos de obras están ahí, en toda la provincia, que se hicieron y se usan y las que no se terminaron, muchas estaban casi listas y también la tranquilidad de que con el tiempo –en la comparación- la gente común sabrá valorarla, más allá de los errores y algunas cosas que efectivamente no pudimos hacer”.
Eso dice Urribarri.
Una fiscal, Patricia Yedro, acaba de firmar un dictamen que no lo deja bien parado. Y la fiscal Patricia Yedro, que se sepa, no forma parte de la “prensa” que lo “ha elegido casi como un blanco a destruir”.
En la causa “Aguilera Juan Pablo y Otros s/Negociaciones incompatibles con el ejercicio de la función pública, fraude a la Administración Pública, peculado, abuso de autoridad e incumplimiento de deberes de funcionario público, falsificación de documentos públicos”, la fiscal Yedro escribió un dictamen en el que dijo esto: “Que los Sres. Sergio Daniel Urribarri, en su calidad de Gobernador de la Provincia de Entre Ríos, y Pedro Báez, en un inicio como Director General de Información Pública de Gobierno y posteriormente como Ministro de Cultura y Comunicación de Entre Ríos, beneficiaron económicamente a los Sres. Juan Pablo Aguilera, cuñado del primero de los mencionados, Emiliano Giacopuzzi, Maximiliano Sena, Luciana Belén Almada y Alejandro Almada, y a las empresas de las cuales formaban parte, direccionando para éstos, contratos de publicidad del Estado entrerriano, ocasionando un perjuicio económico al Estado Provincial, en una suma que aún resta determinar”.
Otro fiscal, Santiago Brugo, lo tiene en la mira al exgobernador con otra investigación, esta vez por el supuesto delito de enriquecimiento ilícito, y por el modo cómo fue armando una serie de empresas mientras era gobernador y armaba la herencia que le dejaría a Gustavo Bordet: una provincia “con un parque de obras nuevas increíbles”, según la prosa urribarrista.
Urribarri, ubicado en el pedestal de estadista incomprendido, asegura que nada de lo que diga o haya hecho resulta suficiente. Lo dice de modo quejoso: “nada sirve ante una prensa que parece que no tiene otros temas urticantes que no sean los que me molestan, como si no los hubiera. Y ante una cierta dirigencia opositora que ha decidido “comprar” la historia de que Urribarri es culpable de todo y con eso se van tranquilos a dormir la siesta”.
El martirologio Urribarri.
Las bestias carroñeras, la prensa canalla, no entienden nada de todo lo mucho que hizo Urribarri: se fijan, con saña, en la letra chica, en los contratos con los parientes, en su crecimiento patrimonial, en las empresas que armó con su familia, en el Audi que lo lleva y lo trae, en cómo transfirió a su patrimonio empresas que antes fueron de prestanombres, los mismos prestanombres a los que echó mano el coimero Ricardo Jaime.
Eso sólo ven, con mirada torva lo ven.
“Buscan presentarme como el responsable de una situación de parálisis y se niegan a ahondar en las verdaderas razones de esa eventual hipótesis. Pero les recuerdo un detalle: hace ya más de 10 meses que he dejado el cargo. Y otro, ya llegó el segundo semestre”, dice Urribarri, con el candor de los iniciáticos.
El ejercicio de ojear los diarios de ayer puede tropezar con la crudeza de lo no dicho, de los silencios, de lo que no se publicaba. Los diarios de ayer no hablaban nunca de lo desnudo que estaba El Rey Desnudo.
Ricardo Leguizamón
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.
En Twitter: @ricleguizamon