Viaje a la náusea
Por Luciano Mete
Ilustración: Natalia Fumaneri. INSTAGRAN
Ilustres viajeros como Cristóbal Colón, Cicerón, Julio César, el almirante Nelson y Lawrence de Arabia sufrían náuseas al viajar. Es algo que se llama “cinetosis”, un vértigo al movimiento que provoca mareos, transpiración fría y una sensación de vacío en el estómago que es como si te sacaran los órganos, te los pusieran en la mano y te dijeran “ok, ¿qué hacemos ahora con todo esto?”
Mi familia entera también sufre de cinetosis y sin embargo hasta hoy ninguno fue al médico. Preferimos esperar a que los huesos se acomoden y nos conformamos con el “milagro” de la media pastilla de Dramamine, la que toman también los marineros y las embarazadas.
Así que motivado por la invitación a escribir sobre viajes hice lo de todo periodista holgazán: puse en Google la palabra Dramamine. Y dice www.doctoraliar.com: “Antiemético*, antinauseoso, antivertiginoso, anticinetósico**” Usado para “Prevención y tratamiento de la cinetosis y del vértigo. Tratamiento sintomático de náuseas y vértigo causados por enfermedad de Méniére*** y otros trastornos laberínticos****”
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Una droga para (poder) viajar. Según un estudio del 2014 hecho en España y publicado por la revista Muy Interesante, 6 millones de habitantes sufrían mareos al viajar y un 14% terminaba modificando sus vacaciones por eso. Sufrían la misma parálisis que produce, por ejemplo, una fobia. El mismo estudio dice que la cinetosis no es una “enfermedad” sino un “padecimiento funcional fisiológico” caracterizado por “la pérdida del sentido del equilibrio, que reside y es controlado por la cavidad del oído interno conocida como laberinto” Entonces, ¿es algo que se puede tratar? ¿Hay una cura médica real y definitiva para el “viaje a la náusea”?
Algunos kinesiólogos tratan el líquido en el oído pero “no hay cura”. Se puede prevenir con la pastilla o tratar psicologicamente (se puede “obtener el valor” para viajar), pero en la mayoría de los casos es crónica, y no se puede hacer nada. Uno puede sentarse en el lugar de menor movimiento del vehículo, respirar hondo, fijar la vista en el horizonte, no leer, sacar una mano fuera si vas en auto y ponerla en el techo… pero si los síntomas aparecen no hay vuelta atrás. Para eso está la Dramamine un rato antes de viajar y ya.
La droga se llama Dimenhidrinato y la Dramamine es el nombre comercial que acapara el mercado. Sin embargo hay otros marcas, como Biodramina y Agirax. Según José, de la farmacia Del Oeste en Concepción del Uruguay, la Dramamine se vende sobre todo en vacaciones, época de viajes. Martín de Farmacity coincide y dice que la compran mujeres y hombres, grandes y no tanto. La caja sale 79 pesos y tiene el mismo diseño de siempre, blanca con rayas entre rojo y marrón, un falso bordó. La más común y que tengo en mis manos ahora trae 12 comprimidos de 50 mg. Dice “venta bajo receta” pero siempre fue “libre” y el laboratorio es Pfizer.
Por lo general adultos mayores de 12 años toman media pastilla un rato antes de viajar, pero en viajes soporíferos como el de Paraná a Buenos Aires, YO QUE NO SOY MÉDICO recomiendo una entera. En el Túnel se entra en un sueño profundo que sigue hasta Retiro. Se pueden abrir los ojos en Santo Tomé pero en seguida los párpados se caen y sellan, como persianas de una boletería que ya cerró. La posología y administración igual cambia entre distintas edades y pesos.
También se puede mezclar el Dimenhidrinato con alcohol, cannabis u otros depresores del sistema nervioso central como hipnóticos, derivados sedantes o benzodiacepinas, entre otros, y todos dentro de las “interacciones medicamentosas” que se leen en el prospecto. Así, el sueño es un viaje en sí mismo porque se sueña fuerte y distinto. Peeero a tener ojo, y precaución.
Casos. Hay personas que no pueden subirse a un auto si no son ellas quienes manejan. No pueden ser “acompañantes”, lo cual es muchas veces un trastorno logístico. Uno de ellos es mi padre. Su último episodio fue en una vuelta desde Montevideo a Concepción, haciendo parar al chofer al borde de la ruta porque “no podía más”. Con mi madre al lado sosteniéndole una bolsa para vomitar los restos de su cinetosis y también, un poco, de su espíritu.
Mi hermano Mauro en Concepción cuando volvía del Pelay en colectivo se bajaba en el puente, a tres kilómetros de casa, y se venía caminando. Y una vez viajando a Montevideo con cinco años se vomitó en las manos en forma de cuenco para no ensuciar. El vómito se rebalsó y fue un asco, pero terminó en una linda anécdota.
Mi hermana Claudia viajando de La Plata a Buenos Aires le pidió al chofer que pare y el chofer no quería. Y en el colectivo no había baños. Entonces le dijo que si no paraba se iba a tirar por la ventanilla. Al final el chofer paró, Claudia vomitó, se sintió mejor y al pasar por el Italpark se descompuso de nuevo mirando la Vuelta al Mundo.
Y yo nos recuerdo a todos buscando las Dramamine antes de viajar. Buscando la caja y los pasajes juntos. Me recuerdo a mí mismo bajándome antes del destino, buscando una farmacia 24 horas o quedándome en un hotel para seguir viaje al otro día. Y recuerdo también la repartija de las pastillas antes de salir para un viaje familiar. Las pastillas amarillas partidas pasando entre manos, en un ritual que de una forma extraña nos unía.
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Y sin embargo viajamos. A Montevideo a la casa de mi abuela Aurora que quedaba a dos cuadras del parque Rodó. A La Plata para estudiar y ver bandas y películas gratis. A Buenos Aires donde la primera vez mi madre encontró un fajo de plata y yo recuerdo eso, y los techos del Luna Park desde un hotel que quedaba enfrente. A Paraná desde Concepción y en tren para jugar el Toritos de Chiclana, un viaje que repetí hace poco con un paisaje y una mirada más tristes. Al sur bien sur y a la gran película del norte. Y a Islandia y un montón de lugares con el Google Earth, porque es gratis.
Escribió Gregory Corso: “Pararse en una esquina sin esperar a nadie es poder”. Y para mí eso es viajar. Ser más un “nowhere man” y menos un “turista del mundo”.
Así que vaya este texto a quienes padecen los mareos del movimiento y sin embargo se mueven. Porque vencen las limitaciones del cuerpo con un espíritu más fuerte: el espíritu de los viajeros. A mi abuelo Miguel, incansable viajero y al cuadro donde se lo veía esquiando. A los aviones que no me hacen mal. A los viajeros solitarios, viajeros de verdad. A la playa Pocitos donde conocí el mar y a Córdoba donde conocí las montañas.
Porque todos los grandes tienen que conocer el mar y las montañas siendo niños.
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*Antiemético: Que impide el vómito.
**Anticinetósico: Que ayuda a pacientes con males asociados al movimiento.
***Enfermedad de Méniére: Trastorno del oído interno. Puede ocasionar mareos.
****Trastornos laberínticos: Trastornos del oído interno. Síntomas: Náusea, vómitos, mareos, desorientación, vértigo.
Nació en Concepción del Uruguay, el 3 de noviembre de 1979. Empezó haciendo fanzines y siguió escribiendo para el diario La Calle, La Voz, el suplemento Tal Vez y el Semanario Miércoles. Tuvo blogs y fotologs. Colaboró con revistas y sitios online. Estudió Letras y Cine en la Facultad de Bellas Artes en La Plata. Se recibió de Licenciado en Comunicación Social. Publicó los libros de poesía Razzmatazz (Vixen), Xanadú (Vixen) y En Directo desde las estrellas (Parientes Editora), y también la tesis Sobre lo ritual en recitales de rock (El Escriba). Forma parte de 53/70, una recopilación de autores de poesía nacidos en los años 70 de la Editorial Municipal de Rosario. Toca en el grupo Los Licuados (http://www.loslicuados.bandcamp.com) Hizo una canción que se llama Los Viajes. Llevó sus libros a todos los lugares que visitó y en todos dejó una copia.