José Riquelme llegó con 14 años al Seminario Nuestra Señora del Cenáculo. Era 1989 y su padrino, el cura Gabriel Battello, lo había impulsado para que se sumara al sacerdocio.
José Riquelme estaba seguro de que sería cura.
Pero nunca fue cura.
Y su vida quedó para siempre rasgada por el horror de los años que vivió en el Seminario.
El tiempo que estuvo enclaustrado en el Seminario sintió el acoso feroz del cura Justo José Ilarraz: su familia lo veía una vez por año y cada tres meses podía viajar a su pueblo, Hasenkamp, a visitarlos, de modo que su “nueva familia” estaba en el Seminario.
En esa familia, estaba, claro, Ilarraz.
La primera vez que José Riquelme sintió que Ilarraz se abalanzaba sobre él fue un sábado, después de jugar al fútbol en la cancha del Seminario.
Estaba en las duchas, terminando de bañarse cuando lo vio acercarse, toalla en mano.
Ilarraz se acercó para secarle el cuerpo, eso le dijo, y cuando lo secaba, sintió con pavor cómo lo hacía. Llevaba sus manos hacia los genitales, lo tocaba todo cuando quería.
José Riquelme tenía 14 años. Ilarraz sabía lo que hacía: sabía que lo abusaba.
José Riquelme tenía 14 años y no sabía qué era todo eso, pero no quería que volviera a ocurrir.
“No lo tomes a mal, porque forma parte de nuestra amistad”, le decía Ilarraz.
No sabía cómo sacárselo de encima, cómo ponerlo a raya. Hasta que una noche encontró el modo: empezó a generar batahola en el pabellón donde dormía con el resto de los pupilos del Seminario, “a portarse mal”, y así recibía un castigo que para José Riquelme era un alivio: pasaba la noche afuera, y así evitaba que Ilarraz se acercara a su cama, y comenzara a tocarlo.
José Riquelme soportó el asedio pegajoso de Ilarraz y un día vivió un infierno.
“A fines del año 1989 Ilarraz lo invita junto a otros compañeros -cuyos datos de identidad no recuerda- a venir a Paraná, es decir, venir a la zona del centro a visitar a unos familiares del mismo. En el camino Ilarraz, les compró gaseosa, helado y, para ellos, que eran de un pueblo y nunca habían viajado en auto, era como si les daba ´oro´. Cuando llegan a la casa de sus familiares, cuya dirección no recuerda, ya que no es de Paraná, Ilarraz los hizo pasar y no había nadie. En un momento, les dijo que se sentaran que él se iba a bañar. Si bien no recuerda la dirección del lugar, recuerda que era como un departamento, que tenía una cocina comedor, una habitación y un baño. Pasados unos minutos, mientras estaba con sus compañeros en el comedor tomando las gaseosas, Ilarraz aparece desnudo y le pregunta a uno de sus compañeros, RW: ´Te queres bañar´, pero él se levanta y le dice que no, por lo que Ilarraz comienza a tocarlo por encima de la ropa, luego le saca toda la ropa, lo deja desnudo y comienza a tocarlo; luego se tocan ambos hasta quedarse con sus miembros erectos pero sin eyacular, y RW se acerca a ellos y les dice ´vengan, no tengan vergüenza´. Ellos no querían saber nada, se querían ir, pero tenían tanto miedo que no supieron qué hacer (…)y allí es donde se asustó tanto (Riquelme) que salió corriendo hacia la puerta para querer irse, pero la misma estaba cerrada con llave. Ante ello se sintió tan mal y comenzó a llorar tan fuerte que Ilarraz tuvo que abrir la puerta”.
De ese modo, José Riquelme, ahora papá de cinco hijos, contó en la Justicia aquella experiencia traumática que le hizo vivir Ilarraz.
El martes 14 de noviembre lo verá sentado en el banquillo de los acusados. Ese día, José Riquelme irá a Tribunales a rememorar todo aquello que soportó en el Seminario.
-¿Cómo esperas el día del juicio?
-La verdad, que muy nervioso, con muchos nervios. La verdad que sí, muy nervioso. Nunca pensé que iba a llegar este día. Por fin. Ya estamos cerquita. Estamos acá al lado.
-¿Nervioso por qué?
-Yo digo nervioso, pero más que nervioso, ansioso. Ansioso de que llegue, son pocos días los que faltan. Quiero que se termine, que se haga justicia de una vez por todas.
-¿Vas a ir solo a Tribunales, te acompaña tu familia?
-Voy con mi mujer. Mi mujer me acompaña a todos lados. Ella sabe parte de la historia. Bueno, no sabe todo, algunas partes no las conoce, no sabe cosas feas que yo voy a decir en el juicio, cosas muy muy feas que ella no lo sabe. Pero, bueno.
-¿Sabe que vas a contar cosas que no les has contado?
-Sí, sabe. Y me dice que no me ponga nervioso. Yo le digo a ella que soy un hombre, más allá de lo que escuche de lo que me pasó, yo soy hombre, y se larga a llorar conmigo. Pero ella me dice que está conmigo, que tenga fuerzas, pero hay cosas que todavía no sabe.
-¿Qué esperás del juicio?
-Yo digo que va ser un gran alivio, un respiro, va a ser como un descanso a mi cabeza, un pequeño descanso a mi cabeza. Así.
-¿Qué te trajo todo esto, dolor, una carga, qué fue todo esto para vos?
-El dolor siempre está. No se va a ir. Pero sí, me trajo muchos muchos recuerdos. Ahora estuve enfermo, con fiebre, pero es todo de lo mismo. Es porque se aproxima el juicio, y vuelvo a recordar lo que pasé, vuelvo a vivir todo.
-¿Cuál era tu idea cuando ingresaste al Seminario?
-Mi idea era seguir la carrera de cura. Yo entré por un padrino mío que es sacerdote, (Gabriel) Battello, que fue quien me enseñó el Seminario. Quería ser sacerdote. Y no pude.
-¿Hablaste con Battello de lo que te pasó en el Seminario?
-No, nunca hablé. Lo que pasa es que Battello era muy amigo de una tía mía, muy católica. Nunca hablé por vergüenza, por el qué dirán. Nunca hablé con él.
-¿Recordás a quién le contaste por primera vez lo que soportaste en el Seminario?
-Fue a mi mamá. Como toda mamá, quería prender fuego todo. Mucha bronca. Lamentablemente, mi mamá falleció hace cuatro años y no pudo saber nunca que se hizo justicia, pero yo sé que ella está en el cielo, y sé que sabe que esto va a ir para adelante, y va a salir todo bien.
-¿Confiás en la Justicia?
-Al principio, no. Yo pensaba que esto no iba a llegar mucho, se demoró mucho, se dilató mucho. No buscaban defenderse, sino la prescripción. Al principio, no tenía fe. Esto va a quedar como siempre, en la nada, pensaba. Pero viendo el transcurso del tiempo, viendo cómo se fueron dando las cosas, creo que la justicia se encaminó bien.
-¿Esperás condena?
-Yo espero la condena. Si esto saliera a favor de ellos, sería un injusticia total. Tienen todo servido. No sé qué otra prueba más quieren. Yo, a raíz de lo que pasa, tengo fe que se va a hacer justicia. Va a quedar preso.
-¿Cómo crees que va a seguir tu vida?
-Mi vida para mí va a seguir un poco más tranquila. Mi vida va a ser un poco más aliviada. Voy a poder ver al tipo que arruinó mi infancia, que me arruinó mi vida, lo voy a poder ver preso. Eso es lo que yo quiero, quiero verlo preso. Va a ser un poquito más tranquila, más aliviada. No va a cambiar nada el sufrimiento, lo tengo, pero va a ser menos doloroso. No pasa un minuto sin que yo piense el momento de tenerlo enfrente. A veces, digo que me va a dar ganas de cazarlo y reventarlo, te lo digo a lo criollo. Pero pienso, y digo que no: lo voy a mirar y le voy a decir: “Viste que todo llega a su fin, todo termina”. Sufrí mucho, perdí mi infancia, pero hoy lo va a pagar, como tendría que haberlo pagado muchos años atrás. Mucho encubrimiento de la iglesia, de todos lados.
Ricardo Leguizamón
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.