Seis preguntas al escritor Ricardo Romero. La literatura argentina que se escribe hoy, la que prefiere y la que cuestiona. La cocina de su trabajo, con una novela voluminosa en ejecución, un libro por salir y un camino flamante en el cine. Un ida y vuelta que invita a conocer la mirada de uno de los autores entrerrianos de mayor gravitancia nacional.
-¿Cuál es la literatura argentina que se escribe en la actualidad que más te interesa y por qué?
-Por suerte es un momento de mucha diversidad y riqueza en la literatura argentina. Podría decir que me interesa todo lo que borra el límite arbitrario entre lo fantástico y lo realista. Podría decir también que me interesa todo lo que borra el límite, más arbitrario aún, entre una cultura concebida como alta y una como baja (me refiero principalmente a la desconfianza que a veces hay en los géneros populares como el policial, la ciencia ficción o el terror). Pero a su vez es más que eso. Tal vez sería mejor decir lo que no me interesa: la literatura especular, la que mira por encima del hombro discursos y circunstancias que la condicionan. La literatura, para mí, tiene que cuestionar siempre el universo cultural y social del que nace. No desde una rebeldía pirotécnica, sino desde una curiosidad insaciable.
-¿Con qué autores te referencias o sentís parte de tu generación y cercanos en la mirada?
-Son unos cuantos. Y en cada uno veo diferentes aspectos en los que puedo reconocerme, pero que en general tiene que ver con lo que te decía recién: el compromiso con su propia y única búsqueda, la consecuencia y la constancia ética. La mayoría, entonces, además de escritores que leo con mucha atención, son amigos que quiero, admiro y respeto. Hernán Ronsino, Oliverio Coelho, Jorge Consiglio, Luciano Saracino, Edgardo Scott, Federico Levín, Daniel Krupa, Ignacio Molina, son algunos de los que más frecuento. Me interesa también lo que hacen Diego Muzzio, Vera Giaconi, Selva Almada, Hugo Salas, Juan José Burzi, Pedro Mairal, Pablo Ramos, Eduardo Muslip, Juan Mattio, Mariano Quirós. Y podría seguir. Insisto, hay mucha gente haciendo cosas muy interesantes.
– ¿Cómo ordenás los libros de tu biblioteca?
-Es una mezcla de orden geográfico y alfabético. Y la geografía al mismo tiempo está condicionada por las lenguas. Es como un mapa. Un mapa que me gusta mirar y que se modifica constantemente.
– Si podrías elegir el lugar del anaquel que ocupan tus libros en la biblioteca de tus lectores entre qué autores te pondrías.
-En principio, ¡entre los libros leídos! Después, en la letra R. En cualquier rincón hay buenas e incómodas compañías, así que me inclino por la fatalidad alfabética.
-¿Qué estás escribiendo ahora?
-Estoy, por fin, completamente comprometido con la escritura de una novela que vengo pensando hace mucho tiempo. Larga, desmesurada, caótica. Y digo por fin porque en el medio surgieron otros proyectos más precisos y urgentes, como la novela que sale ahora en octubre, «El conserje y la eternidad». La novela que estoy escribiendo no tiene título aún, y me permite correrme de los lugares que conozco, de los atajos que puede brindar el oficio. Veremos qué resulta. Está siendo una hermosa experiencia.
– ¿Te sentís guionista, qué lugar ocupa el cine en tu formación y en tu trabajo actualmente?
-El cine siempre fue importante para mí, mucho. Es parte fundamental de mi formación como narrador. Se dice que el cine se nutrió mucho de la literatura. Creo que podemos reconocer, hoy, que la literatura se ha nutrido a su vez mucho del cine. Es interesante ver cómo las herramientas de un lenguaje se traspasar y reconvierten en otra cosa. No sé si me siento guionista, o tal vez soy un guionista dando sus primeros pasos. La escritura de Necronomicón fue muy estimulante y divertida, y el resto de los proyectos que tenemos con Luciano Saracino, con quien lo escribimos, me entusiasman mucho.
Julián Stoppello
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.